miércoles, 13 de abril de 2011

Miguel Hidalgo y Costilla, judaizante.

Una de las muchas acusaciones que don Miguel Hidalgo tuvo que enfrentar durante su juicio en Chihuahua fue la de Judaizante, término que define a la persona que se dice ser Católica pero practica el judaísmo. Esta específica acusación llevó a prolongar en varios meses el juicio que si bien ya se le había abierto en la Inquisición, se extendería aun más una vez que fuera conducido a la prisión en la mencionada ciudad.

Se dice que el apellido Hidalgo, como lo fue también Costilla, tenían relación a los judíos conversos que llegaron a la Nueva España, mucho hemos leído de la relación genealógica de don Miguel Hidalgo con el conquistador Villasenor y Orozco, pero poco sobre esta teoría, misma que desarrolla Juan Martínez de la Serna en su libro, publicado recién en el 2010 en Aguascalientes Hidalgo el Sefardita. (1)

Al leer las muy interesantes conclusiones a las que llega el maestro Martínez de la Serna en torno a las prácticas nada Católicas de don Miguel, aproximándolo más a la tradición Sefardí, vemos que, en cierto modo y, un poco veladamente, Castillo Ledón había dado cuenta de ello al exponer en el capítulo XVIII de su obra titulada Hidalgo, el héore lo sucedido en aquella Semana Santa de 1800 cuando el cura de Taxiamora, Antonio Lecuona, lugar donde don Miguel tenía una de sus haciendas, emite en amena reunión sus pensamientos en torno a temas más bien prohibidos en la época:

"Termina la Semana Santa, y el primer día de Pascua de Resurrección, domingo 14 de abril, se hallaban reunidos, conversando, todos los clérigos huéspedes del cura Lecuona, este inclusive, Hidalgo toma una "Historia Sagrada del padre Fleury y con su carácter chancista y travieso se pone a comentarla, haciendo alarde de su talento de expositor, de comentador, de erudito en teología, de maestro, deseoso por otra parte, de probar el saber del padre Estrada y de inquietar a los demás. Asienta que Dios no castigaba en este mundo con penas temporales y que el gobierno de la Iglesia estaba manejado por hombres ignorantes de los cuales uno había canonizado a Gregorio VII, tan nocivo por su falta de ciencia, que acaso estaría en el infierno. Los frailes Huesca y Estrada, llamándolo aparte, a la principal afirmación del cura de San Felipe, arguyen los mercedarios que sí castigaba Dios con penas temporales y que ese era artículo de fe. Hidalgo replica que no es de fe, que solo era propio de la Ley Antigua castigar con plagas; y aunque le contestaron con texto de la Epístola de San Pablo, él no se da por convencido".

Será bueno analizar lo que Castillo Ledón dice. Según él, Hidalgo refiere a ese que canonizó a Gregorio VII, es decir, hace mención de Benedicto XIII quién en 1726, ya casi al finalizar ese ano, entre el 27 y 31 de diciembre, canoniza además a: San Juan de la Cruz, San Luis Gonzaga, San Juan Nepomuceno, San Estanislao Kotska, San Wenceslao y San Francisco Solano. Consecuentemente don Miguel Hidalgo sabía a profundidad la historia de la Iglesia Católica y del Vaticano, pues Gregorio VII fue quien hizo descender a sus más bajos niveles a la Iglesia y se generaron posiciones que buscaban simplemente el poder, las cuales generaron alianzas estratégicas con el poder civil. Continua Castillo Ledón:

"Al día siguiente, estando todos en la mesa, a la hora de la comida, quiere seguir de broma y ejercer la facultad jesuita de razonar sobre puntos de religión. A pregunta que hace fray Joaquín de Huesca a fray Manuel de Estrada sobre sí se había convertido el judío guatemalteco Rafael Crisanto Gil Rodríguez, que estaba en la Inquisición, Estrada contesta que sí, e Hidalgo interviene diciendo: "Habrá sido de boca". "Por qué?" Inquiere Huesca. "Porque ningún judío que piense con juicio se puede convertir", responde Hidalgo, dando a entender qué quien en tiene bien arraigadas sus creencias no es capaz de renunciar a ellas, y menos por presión".

"Luego, animada la disputa, hace una serie de atrevidas afirmaciones, como que en el texto original de la Sagrada Escritura no constaba la venida del Mesías; que las palabras de Isaías, Ecce virgo, et pariet, contienen un error pues en el texto hebreo no existe la voz virgo equivalente a virgen, sino la voz corrupta que significaba mujer impura: que la Biblia se estudiaba de rodillas, debiéndose estudiar "con libertad de entendimiento", para discurrir lo que nos pareciera, sin temor a la Inquisición; que el acto carnal no era pecado, sino una función natural; que la Eucaristía no se conoció en los términos que hoy la ensena la Iglesia, hasta mediados del siglo III, y que también hasta entonces no se conoció la confesión auricular; que la Epístola de San Pablo que predica la Eucaristía era apócrifa, y toda la doctrina sobre este Sacramento, mal entendida; que San Judas en su epístola aparecía como un ignorante, especialmente en aquellas palabras con que concluye: 'Los pecadores son como las nubes sin agua" pues ?dónde se ha visto nubes que no contengan agua?". (2)

1800, 18111, 2011, todo esto siempre en abril, siempre antes, durante o después de la Semana Santa. Semana Santa que, en este caso, sería la última que don Miguel Hidalgo viviría y, la duda me sigue asaltando ?la habrá vivido o no? ?habrá participado de alguna celebración aun encadenado?

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Fuentes:


1.- Martínez de la Serna, Juan. Hidalgo, el sefardita. Edición del autor. Aguascalientes, 2010.

2.- Castillo Ledón, Luis. Hidalgo, el héroe. Biblioteca virtual http://www.hispanistas.org/

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