sábado, 15 de enero de 2011

La mujer del padre Luciano Navarrete, una mujer Insurgente.

Durante este año del Bicentenario, y ante la difusión que hubo de la verdadera vida del cura Hidalgo, hubo muchas personas que se fueron de espaldas al saber de la descendencia generada por él. Todavía hay quienes se sorprenden al enterarse que Juan Nepomuceno Almonte era hijo del cura Morelos y de la vida disipada que el padre José Antonio Torres y muchos presbíteros más llevaban. El tema que hoy nos ocupa es sobre la participación de las mujeres, pero, en este caso no contamos con el nombre del personaje, solo se sabe que era “la amasia”, como entonces se les decía, de uno de los tantos sacerdotes que participaron durante el movimiento Insurgente, el padre Luciano Navarrete; fraile de la Merced, oriundo de Zacapu.

“Las tropas de Hidalgo sufren otro descalabro en Puente de Calderón, Manuel Muñiz, que también tomó parte en esa batalla, con un grupo pequeño llega a Tacámbaro donde establece su cuartel y empieza a trabajar en forma autónoma. El 14 de febrero de 1811, el jefe realista Felipe Robledo, derrota al general Muñiz en Tacámbaro. Por tal motivo, el turicatense aprende la lección y busca el acercamiento con otros jefes insurgentes. En tierra caliente reúne un grueso de más de 20 mil hombres, y con sus subalternos, el padre Luciano Navarrete e Ignacio Camargo y Huidobro, se pone a las órdenes del padre Torres e Ignacio López Rayón, con quienes intentó tomar Valladolid pero fracasaron por la magnífica defensa que organizó el realista Torcuato Trujillo”. (1)

Será bueno recordar que el padre Navarrete participó al lado de Hidalgo cuando éste llegó por segunda ocasión a Valladolid y lo hizo directamente en las ejecuciones de españoles que allí se realizaron. (2) “Cuando Itrubide tomó el fuerte de Jaujilla, en abril de 1813, ella, relató las atrocidades que cometía el párroco y el jefe insurgente en el fuerte. Con él vivía su amasia, quien no se avergonzaba de mostrar el fruto de sus torpezas. Ella era la que torturaba a las mujeres realistas que encontraban. Tenía la misma autoridad que él, y por ello, escandalizó a los realistas que se enteraron de la vida que llevaban allí. No lograron atraparlos”. (3)


El reporte que envía Iturbide al Virrey es contundente en cuanto al desempeño del presbítero y su concubina: “…tal es el acompaño, y por ella vera vuestra señoría que aquel desventurado sacerdote no solo es un rebelde cabecilla, sino también un vinoso o incontinente; un hombre tan sin pudor que no se avergüenza de habitar públicamente con su amasia, ni que de todo el mundo reconozca en él despreciable esfuerzo que ella ha dado a luz el infame fruto de sus torpezas […] tan bárbaro con los otros prisioneros, que a unos hacía pasar por las armas (y que eran los mejor librados) a otros morir a palos, pedradas, lanzazos o cuchilladas repetidas, y lo que es peor, sin proporcionar a los de estos últimos tiempos, como las de los anteriores, un sacerdote que los confesase; tan sin consideración aun con las personas del sexo débil que las mandase azotar, maltratase y humillase como quisiese; y últimamente que por estos y otros excesos es un monstruo del perversidad, y un tirano el más abominable”. (4)

Fuentes:

1.- Sitio oficial del Municipio de Tacámbaro, Mich.
www.tacambaro.gob.mx

2.- Lo dice Lucas Alamán. Lo puedes leer en este enlace:
http://cabezasdeaguila.blogspot.com/2010/09/valladolid-michoacan-los-deguellos.html

3.- Del Palacio, Celia. Adictas a la insurgencia. Las mujeres en la guerra de la independencia. Santillana/Punto de lectura. México, 2010.

4.- Hernández y Dávalos, Juan E. Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México. Tomo IV. UNAM. México, 2008
http://www.pim.unam.mx/catalogos/hyd/HYDIV/HYDIV257.pdf

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