lunes, 20 de diciembre de 2010

Otro de los Aldama, el licenciado Ignacio.


Una de las tantas apacibles calles de San Miguel el Grande en el norte del estado de Guanajuato.

El licenciado don Ignacio Aldama, uno de los caudillos y mártires de la libertad mexicana, nació en San Miguel el Grande. Abrazó la carrera de la abogacía y se recibió en México; pero como dicha profesión era poco productiva en las poblaciones del interior del país, se dedicó al comercio, en el que, fomentado por los españoles don Juan de Issasi y don José Landeta, del mismo San Miguel, logró con su honradez y laboriosidad formar un capital de 40,000 pesos. No asisitió personalmente al Grito de Dolores dado el 16 de septiembre de 1810; pero habiendo entrado al día siguiente los insurreccionados a San Miguel el Grande, se unió a ellos y fue nombrado Presidente de su Ayuntamiento, por cuyo motivo el Colegio de Abogados, que al principio de la revolución publicó una alocución en contra de ella, le hizo borrar de la lista de sus individuos. No se sabe si permaenció en San Miguel hasta la aproximación a dicha villa del conde de la Cadena, o si en las jornadas de Guanajuato y Monte de las Cruces; lo primero nos parece más verosímil, pues según vemos en la Historia del señor Alamán, se incorporó al ejército de Hidalgo con su familia, la de su hermano don Juan y alguna gente que venía de San Miguel, cuando se hallaba en las inmediaciones del pueblo de San Jerónimo Aculco, casi a la vista de las tropas de Calleja; sus intenciones eran tan rectas como las de su dicho hermano. Nada se sabe del porte que tuviera el licenciado Aldama en esa acción ni en la de Guanajuato y Puente de Calderón, si concurrió a ellas; pero el Gobierno español dio tal importancia a su persona, que fue uno de los exceptuados con los otros caudillos de la revolución, del indulto concedido a los que abandonasen las filas de las tropas independientes, y su cabeza fue puesta a talla lo mismo que la de su hermano don Juan Jiménez, Allende y el cura Hidalgo.

Esta es la mansión que fuera de la familia Allende en San Miguel el Grande, inconfundible por la escultura del caudillo en la esquina. Foto de 1953 aporximadamente.

Habiendo tomado Allende la resolución de marchar hacia el Norte se dispuso le precediera el licenciado Aldama, que tenía el grado de Mariscal de Campo, a quien se nombró embajador cerca del Gobierno de los Estados Unidos, ya fuese para proporcionar los auxilios de armamento y hombres que se trataba de solicitar, o sólo para asegurar una favorable acogida, remitiendo con él una suma considerable en barras de plata y numerario.

Habiendo llegado a Béjar, acompañado, en calidad de secretario del padre franciscano Salazar, encontró mal dispuestos los ánimos de los vecinos de esa ciudad, que estaban sumamente disgustados con el gobierno del capitán Casas que había hecho allí la revolución; y cabalmente en aquellos momentos había llegado a dicha población el subdiácono don José Manuel Zambrano, hombre de espíritu emprendedor, que por su vida traviesa y aventurera había dado no poco que hacer a sus prelados y al gobernador Salcedo. Zambrano, conociendo que no sería fácil ejecutar de pronto una contrarrevolución, para reponer las cosas en su anterior estado, tomó con sus confidentes el partido de aparentar que sus designios sólo se dirigían contra el despotismo de Casas y contra los desórdenes de su gobierno; y siendo fácil sucitar enemigos al que manda, consiguieron por este medio atraerse muchos acérrimos partidarios de la misma insurrección.

Portada de otra mansión en San Miguel el Grande, la del conde de La Canal.

El ejemplo que Hidalgo había dado persuadiendo al pueblo de que los españoles trataban de entregar el reino a los franceses, encontró luego imitadores, y el padre Zambrano se valió del mismo ardid para hacer sospechoso al licenciado Aldama, haciéndole pasar por emisario de Napoleón, porque usando las divisas adoptadas por los insurgentes, llevaba, como Mariscal de Campo, un cordón sobre el hombro izquierdo, según se veía en los oficiales franceses en las estampas de batallas que circulaban por todas partes; insinuando también con demasiada razón, que los auxiliares que iban a buscar Aldama al Norte, no harían otra cosa más que aprovechar la coyontura para realizar sus miras, ya desde entonces bien manifiestas, de apoderarse de aquella provincia. Hecha, en fin, la contrarrevolución el 1 de marzo de 1811, el padre Zambrano arrestó al licenciado Aldama y a su comitiva, remitiéndole a Monclova, donde fue fusilado el 20 de junio del mismo año.

Fuente:

Sosa, Francisco. Biografías de mexicanos distinguidos. Editorial Porrúa. México, 2006.

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