miércoles, 30 de junio de 2010

Mujeres en la Independencia, biografías faltantes



La única descendiente de don Miguel Hidalgo de que se tenga noticia, Fotografía tomada de un antiguo libro (pronto anotaré los datos del mismo…)


En tres cuatro artículos anteriores dimos cuenta de un listado de 150 mujeres que participaron en la lucha por la emancipación de México. Esto fue en abril pasado. Y como últimamente hemos logrado encontrar algunas biografías faltantes, las iré incluyendo en este artículo. Aquí tenemos a La Fernandina y a doña Catalina Gómez de Larrondo y una más amplia de Carmen Camacho.






Camacho, Carmen.


“La participación de las mujeres en la lucha independentista, caracterizada a veces como meramente suplementaria é igualmente valiosa para el esfuerzo bélico. Como demuestra Janet Kentner en su detallado estudio de las mujeres en el movimiento independentista mexicano, muchas de ellas pudieron efectivamente hacer lo que no “podrían haber hecho tan bien, o en absoluto, sus contrapartes masculinas”. El principal ejemplo es a “seducción de la tropa”, la más frecuente de las acusaciones lanzadas contra las mujeres por el gobierno español. En este caso no se trata de actos carnales, sino que “seducir” significa tratar de persuadir a los solados de que desertaran del ejército realista y se unieran a los insurgentes. El proceso contra Carmen Camacho, ilustra una de las formas como las mujeres reclutaban soldados rebeldes: tras cultivar la amistad de los soldados de una guarnición local, los invitaba a acompañarla una noche en algún pulquería o un mesón y, después de unos cuantos tragos, los instaba a desertar, prometiéndoles una parcela en el México independiente como recompensa”. (1)


Camba, María Luisa. "La Fernandita", conocida también como Gamba Catalina ó La Fernandito.


Misteriosa joven que acompañaba a Hidalgo en los primeros días de la lucha por la Independencia en 1810. El jefe insurgente entró con ella en Guadalajara y allí quedo después de la batalla del Puente de Calderón el 17 de enero de 1811, que representó para los insurgentes que iniciaron el movimiento, el principio del fin. Cuando Calleja reconquistó la ciudad mencionada el 21 de enero tomó, entre otras medidas, dar sentencia a quien el público ignorante atribuía ser Fernando VII quien, huido de su cautividad de Bayona, se había acogido a la protección de Hidalgo. Algún historiador ha pretendido que la versión nació del propio jefe insurgente, Blasco Ibáñez, por ejemplo; otros como Alamán, afirman que Hidalgo no dio motivos para tal versión e incluso se afirma que el no tenía noticias de tal rumor. María Luisa iba vestida de hombre con el uniforme y divisas de capitán, hecho que contribuía aún más a despertar la curiosidad pública. Las múltiples atenciones que Hidalgo tenía hacia ella han sido explicadas por el hecho de ser su hija, habida de la mujer de un español. Se ha escrito que "los jueces quedaron cautivos de su discreción y modestia", hecho que contribuyó a despertar aun más la simpatía popular hacia Fernandita. El jefe realista Cruz, una vez que obtuvo el gobierno de la provincia, decreto su libertad. (2)




Gómez de Larrondo, María Catalina.


Doña María Catalina Gómez de Larrondo nació en el siglo XVIII. Se casó con Juan Bautista Larrondo con quién se dedicó al comercio y al cuidado de la hacienda de nombre San Antonio, ubicada a cuatro kilómetros al sur de la localidad acambarense.


El matrimonio Larrondo-Gómez vivió tanto en la hacienda de San Antonio como en Acámbaro en la casa que se localiza en la esquina de lo que actualmente es la avenida Juárez y Pino Suárez, antes denominada de los “Campos Elíseos”, frente a la iglesia de San Francisco de Asís. Hoy en día, la casa de dona Catalina tiene el número 78 de la calle de Pino Suárez.


Fue en las visitas de los años previos a 1810 cuando el cura del pueblo de los Dolores, Intendencia de Guanajuato, fortaleció y selló sus lazos de amistad y lealtad con el matrimonio acambarense de los señores Larrondo. El esposo de doña María Catalina Gómez, el señor Juan Bautista Larrondo, un militar realista –es decir, un miembro del ejército del rey español que combatió a los insurgentes-, se incorporó voluntariamente a la lucha libertaria en 1810.


Fue el día 3 de octubre de 1810 cuando salió de la ciudad de México una comitiva de autoridades realistas, integrada por Manuel Merino y Moreno, intendente de Michoacán; Diego García Conde, Comandante de Armas de la misma provincia, y Diego Rul, conde de la casa Rul y dueño de obrajes en Acámbaro, con la misión de llegar a Valladolid con la misión de incorporarse al frente de sus respectivos regimientos militares y detener a los insurgentes que trataban de ocupar esa plaza que hoy es Morelia.


De las tres autoridades realistas, la presencia de Diego Rul era la más notoria para la región de Acámbaro. Este connotado personaje aportó dinero para el equipamiento de la milicia de la intendencia de Guanajuato, posterior a 1786, así como para la formación del regimiento de Valladolid. Por este tipo de apoyo a la Corona Española recibió el grado de coronel. Junto con Antonio Pérez Gálvez, un prominente minero, también ayudó a financiar el Regimiento de Caballería del Príncipe y al Batallón de Guanajuato. Con la creación de un ejército en la Nueva España, los Borbones pretendían centralizar el control político y social en beneficio de la Corona. Diego Rul tenía una marcada simpatía con las milicias de Guanajuato y junto con Pérez Gálvez, “se unieron al Ejército como militares de alto rango para combatir a los Insurgentes”.


La instrucción de detener en el Bajío a los insurgentes con don Miguel Hidalgo al frente, la dio don Francisco Javier Venegas de Saavedra, nombrado el 25 de agosto de 1810 como virrey de la Nueva España. La comitiva de los realistas que iba con rumbo a Valladolid pasaría por Acámbaro el día 7 de octubre. La víspera, doña Catalina Gómez de Larrondo se enteró que las autoridades españoleas provenían de México e iban, en efecto, “con destino a Valladolid”, debiendo cruzar por el pueblo al mediodía o por la tarde del 7. El mismo día 6, “la noticia se supo por un correo que la llevaba a Michoacán y que había sido interceptado”. Gracias a la detención del correo y dada la importancia del hecho, doña María Catalina decidió intervenir para capturar a los realistas.


Con ese propósito y dado que “don Juan B Carrasco se había llevado hacía poco tiempo a los mejores elementos guerreros y armas de fuego que había disponibles en Acámbaro”, la señora Gómez de Larrondo organizó en la hacienda de San Antonio a un grupo de unos 500 hombres para que salieran al encuentro de la comitiva realista, entre quienes tenía a su cajero y a un torero, de nombre José Manuel Luna. Eran 200 hombres de a caballo y 300 de a pie. Las autoridades realistas provenían a México por la ruta de Apeo y Maravatío, llevando consigo un cargamento de oro y plata. Se dice que el dinero era para pagar el sueldo a los miembros del ejército realista que estaban asignados a la defensa militar a la plaza de Valladolid.


Al terminar la lucha y capturar a los españoles, las carrozas de Diego Rul, Manuel Merino y Diego García fueron llevadas a Acámbaro y confiscado el cargamento de oro y plata que llevaban. Doña Catalina evitó que sus exaltados seguidores mataran a los realistas, cuyo arribo a la localidad fue a las 5 de la tarde. Rul, Merino y García resultaron heridos durante la pelea debido a la resistencia que opusieron. Ya en Acámbaro fueron alojados en un mesón con estrecha vigilancia. Y mediante un gesto humanitario de doña María Catalina, se permitió que un cirujano atendiera a los realistas para curarlos de las heridas. Manuel Merino era el más grave de todos y fue necesario confesarlo. Rul sufría de una herida con cuchillo. Durante el tiempo que estuvieron recluidos en el mesón, el pueblo pidió las cabezas de los gachupines.


Por la noche del mismo día 7 de octubre de 1810, alrededor de las once, los prisioneros fueron enviados a Celaya. Bien pudieron dejarlos en Acámbaro hasta alguna nueva disposición, pero el pueblo insistía en pedir sus cabezas y doña María Catalina Gómez para evitar su linchamiento o crimen los envió a Celaya. En esa localidad estaba un grupo de Insurgentes, los detenidos y su escolta llegaron al día siguiente a la una de la tarde. En Celaya fue necesario atender nuevamente a los prisioneros. Manuel Merino seguía grave. Finalmente quedaría a salvo. De Celaya fueron trasladados el día 9 a San Miguel el Grande con Juan Aldama, quién era Mariscal de Campo. Llegaron a las seis de la tarde, pero una vez más, Aldama los regresó con él a Celaya.


En un solo día en Acámbaro doña Catalina Gómez salvó en dos ocasiones la vida de los realistas capturados en la cañada de Jaripeo y el Moral. Todo el hecho indica que entre los seguidores de don Miguel Hidalgo si había personas con razón y sentido común que luchaban por un ideal y no por venganza. (2)


Fuentes:


1.- Arrom, Silvia mariana. Las mujeres de la ciudad de México, 1790-1857. Editorial Siglo XXI. México, 1988. Con infrormación basada en la tesis doctoral de Janet Kentner de la Loyola University. The Socio-Political role of women in the Mexican Wars of Independence. 1975.


Tovar Ramírez, Aurora. 1500 mujeres en nuestra conciencia colectiva: Catálogo biográfico de mujeres en México. DEMAC (Documentación y Estudios de Mujeres A. C.) México, 1996.


2.- Argueta Saucedo, Gerardo. Acámbaro, cuna del Ejército Mexicano. Editorial La Voz de Michoacán. Morelia, 2003.


Para ver el artículo inicial de esta serie, entra aquí:


http://cabezasdeaguila.blogspot.com/2010/04/mujeres-en-la-independencia-el-listado.html



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